En el ya lejano mes de junio de 2020, en medio de una inesperada e impactante pandemia, cuajó un movimiento en la administración local tendente a reivindicar la importancia y labor fundamental de las diputaciones provinciales, cabildos y consejos insulares para garantizar la viabilidad de las realidades locales y sobre todo rurales, supliendo la carencia de medios materiales y personales con que los municipios cuentan para el desarrollo de su gestión ordinaria.
Se elaboró entonces un manifiesto técnico a favor del liderazgo de las entidades intermedias para afrontar la crisis, planteando soluciones constructivas y de futuro, garantizando los servicios básicos y con ello el equilibrio territorial entre territorios y supliendo las carencias de medios materiales y personales que dificultaban la gestión ordinaria local.
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Diputación provincial o el núcleo duro del movimiento #dipupower
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Muchos técnicos y técnicas de las diputaciones provinciales, cabildos y consejos insulares firmaron dicho manifiesto y en la página del movimiento se instaba a que otros profesionales también formaran parte de esta iniciativa reivindicativa de las entidades locales de nivel intermedio a través de este formulario.
Era un momento duro, en el que muchos estábamos encerrados en casa o recién salidos del confinamiento, con miles de ERTES en marcha y mucha incertidumbre sobre qué depararía el futuro y en el que habíamos tenido más tiempo del habitual para pararnos a pensar, reflexionar e incluso ilusionarnos con las iniciativas y las utopías que vendrían después de ese "reseteo del sistema". Entonces las redes sociales ardían con la iniciativa de las administraciones intermedias: era chulo y muy molón contar que eras o apoyabas el movimiento #dipupower.
En el fondo estoy a favor del objetivo de este movimiento. Mi opinión es que es necesario conseguir administraciones locales eficaces, que cuenten con unos recursos humanos y materiales mínimos que permitan gestionar los asuntos públicos con mayor solvencia intelectual y técnica, alejándonos de la precariedad con la que trabajamos actualmente en muchos municipios. Pero esto se puede conseguir de diversas maneras: una puede ser reformando la planta local para lograr municipios con mayor población aunque abarquen una mayor superficie geográfica y otra puede ser mediante unas administraciones intermedias (diputaciones, cabildos y consejos insulares) reforzadas que presten una asistencia técnica real y efectiva a los municipios de su ámbito.
La transición hacia la "nueva normalidad"
El tiempo pasó, la mayoría de las cosas volvieron a su cauce habitual y muchas de las ilusiones y fantasías que habíamos construido en nuestras semanas de confinamiento comenzaron a desmoronarse. Se hablaba de que íbamos hacia una nueva normalidad mientras que en realidad muchas cosas volvieron a la antigua normalidad de siempre.
Los secretarios y secretarias del mundo rural enseguida tuvimos que volver al trabajo presencial, cansados de que la falta de planificación y de medios informáticos sirvieran de excusa para que muchos compañeros de nuestros miniayuntamientos se tomaran el confinamiento como un periodo de vacaciones pagadas, mientras nosotros en nuestras casas y con nuestros ordenadores nos comíamos el marrón. Era la primera vez que se aplicaba el teletrabajo de forma generalizada en nuestros consistorios y el hecho de implantarlo de la noche a la mañana y sin un mínimo periodo de rodaje hizo que la experiencia resultara traumática, sobre todo para nuestras figuras como máximas responsables de que los servicios básicos se siguieran prestando en el municipio y de que lo mínimo e imprescindible siguiera saliendo adelante.
Por mi experiencia con mi administración intermedia (diputación) sé que allí la situación se vivió de manera diferente. Mientras mi periodo de teletrabajo duró tan solo unos dos meses, el teletrabajo en mi diputación de referencia se alargó mucho más tiempo, incluso en algunos puestos hasta después de la tercera ola de diciembre-febrero de 2021. Y mientras tanto, desde los ayuntamiento llamábamos y llamábamos a los teléfonos de atención de las oficinas de la diputación o a los teléfonos móviles que habilitaron a sus empleados para que pudieran seguir atendiéndonos desde sus casas, y lo raro era conseguir que nos atendieran o que dieran solución a nuestras peticiones. Los ayuntamientos pequeños, con escasos medios pero apremiados por las demandas y necesidades de nuestros vecinos (con los que nos cruzamos por la calle y de los que sentimos la presión día a día) estuvimos al pie del cañón, mientras que las diputaciones con todo su #dipupower y alejadas de la presión de la calle, disolvían responsabilidades y se refugiaban entre teléfonos que comunican.
Tics de la asistencia técnica provincial
Mi experiencia con la asistencia técnica de mi diputación de referencia durante los tres años que llevo ya trabajando en este destino de la España rural, me permiten apuntar una serie de tics en la competencia de asistencia y cooperación jurídica, económica y técnica a los municipios que las diputaciones deben prestar a los municipios de menor capacidad económica y de gestión (artículo 36.1.b de la Ley 7/1985, reguladora de las Bases del Régimen Local).
Son los siguientes:
1. El listado de funciones delegadas. Cuando la diputación acepta una delegación de funciones del ayuntamiento a su personal técnico, establece un listado de funciones o tareas delegadas y lo notifica al ayuntamiento. A partir de ese momento, el listado de funciones se convierte en las tablas de la ley que Dios entregó a Moisés en el Monte Sinaí. Nada que no aparezca estrictamente en dicho listado puede ser realizado ni considerado por los técnicos de la entidad local intermedia, ni formal ni informalmente.
Mientras que si el ayuntamiento contara con sus propios/as técnicos/as todos los asuntos se irían solucionando de una u otra manera según fueran entrando, con la delegación quedamos limitados a resolver aquellos asuntos incluidos en el sagrado listado. El resto asuntos quedan postergados... o incluso relegados a ser solventados con un silencio administrativo.
2. El tiempo pasa a segundo plano. El ayuntamiento sabe cuándo encarga una función a los técnicos o técnicas de la diputación que le asiste, lo que no sabe es cuándo va a recibirla ejecutada. Mientras tanto, el ayuntamiento atiende las quejas y reclamaciones del vecino que instó el expediente y debe preguntar frecuentemente a la diputación por el estado de tramitación a fin de dar una respuesta al interesado que espera y desespera.
Lo mismo pasa con los plazos legales. El personal de los ayuntamientos nos vemos obligados a recordar periódicamente que el tiempo pasa y que el plazo normativo para resolver este o aquel asunto está a punto de cumplir o ya cumplió.
La distancia entre el interesado o la necesidad que acucia al consistorio y la capital provincial hace que allí se tomen los asuntos con más calma.
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Mi visión de la asistencia remota de las administraciones intermedias, llamadme malpensado
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3. Burocracia. La sencillez y agilidad en los trámites que tanto las Alcaldías como los funcionarios que trabajamos cara a cara con el ciudadano buscamos, casa muy mal con la forma de trabajar de los técnicos provinciales. Ellos quieren todo documentado y grafiado. Este afán documentalista exaspera al personal de los ayuntamientos, que nos pasamos el tiempo haciendo requerimiento tras requerimiento y luchando con el ciudadano para que complete todos los campos y presente todos los documentos necesarios para conseguir el ansiado informe favorable de los técnicos provinciales.
La ansiedad burocrática del personal técnico de las administraciones intermedias se explica en parte por el tic que veremos en el siguiente punto.
4. La distancia, esa frontera inexpugnable. Los técnicos provinciales llevan muy mal eso de desplazarse al municipio desde la capital provincial. Prefieren el teletrabajo y las relaciones a cuanto más distancia mejor. Google Maps, Google Earth y otras herramientas similares son sus claves para no mover un pie de la oficina y el resto lo tenemos que hacer los empleados municipales. Es decir, que para que ellos no tengan que desplazarse y comprobar aspectos sobre el terreno hay que dárselo todo perfectamente documentado: planos, fotografías, descripciones completas, formularios con todos los campos bien cumplimentados... etc.
Y si algo falta o no está completo, te piden que requieras subsanación y sólo les asignes el expediente cuando esté todo puesto en bandeja y con un lazo para que puedan emitir su informe sin complicaciones.
Si algún día vienen al pueblo por causa de fuerza mayor, la distancia que han tenido que cubrir les faculta para todo: llegar tarde a la cita, irse antes de acabar el trabajo, quejarse de lo lejos que estamos, etc.
Mientras tanto, los secretariuchos y secretariuchas debemos desplazarnos día a día desde nuestros domicilios a nuestros lugares de trabajo, estén o no remotos, ser puntuales, cumplir plazos, pisar el barro día sí y día también y atender a los ciudadanos y sus cuestiones de tú a tú.
5. La superioridad moral. Otro comportamiento típico de los técnicos provinciales cuando vienen a asistirnos a los ayuntamientos o cuando hablamos con ellos por teléfonos es demostrar su superioridad organizativa e intelectual. Aprovechan cualquier conversación o ocasión para indicarnos que "deberíais tener...", "deberíais haber aprobado...", "eso lo tendríais que tener regulado en...", "para eso aquí en la diputación tenemos...", etc. Es decir, nos recuerdan que como trabajamos en la administración más precaria y cutre de las que conforman el entramado administrativo español, somos intelectualmente inferiores.
Si las feministas inventaron el término "mansplaining" para referirse a situaciones en las que hombres intentan aleccionar a mujeres sobre temas que ellas dominan, creo que en este caso podemos hablar del "dipusplaining" para referirnos a cómo los técnicos provinciales se refieren a nosotros los secretarios rurales.
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Dipusplaining: escucha y toma nota, gili****** |
A muchos de estos técnicos me gustaría verlos solamente una semana en nuestro puesto de trabajo para ver cómo se desenvolverían y demostrarían su supuesta "superioridad organizativa e intelectual". Porque desde los despachos a decenas de kilómetros de distancia es muy fácil dar lecciones (que por otro lado todos conocemos, que para eso estudiamos nuestra oposición), pero con los pies en la tierra y con los medios con que nos movemos en los ayuntamientos de la España rural, suficiente es con mantener un cierto orden en el caos imperante en muchos consistorios.
En conclusión, que a pesar de que a las diputaciones provinciales, cabildos y consejos insulares se les llena la boca hablando de su función de asistencia y cooperación con los municipios, en realidad muchas veces lo único que recibimos en los municipios es una atención muy justa, lenta, burocratizada, distante y que nos trata como si fuésemos gilipollas. Y este movimiento, que parecía luchar contra el desprestigio y el entredicho en que se puso a las administraciones intermedias en la crisis financiera (criticadas por duplicidad y por falta de legitimación por elección indirecta de sus representantes), ha quedado muy en entredicho en la práctica por los tics que presenta la función que prestan a los municipios. Por ello, yo me posiciono a favor de nuevas vías de conseguir administraciones eficaces y con medios humanos y materiales suficientes como la fusión de municipios, aún inexplorada.
Y a vosotros/as secretariuchos/as, ¿os pasan las mismas cosas que a mi con la asistencia de vuestras administraciones intermedias? ¿habéis sentido el dipusplaining en vuestras propias carnes? ¿presentan vuestros administraciones intermedias los mismos tics que la mía? ¿optaríais por la opción de la fusión local o por el refuerzo de las administraciones intermedias para conseguir que los ayuntamientos actuaran con mayor solvencia intelectual y técnica? En resumen: ¿#dipupower o #diputraicion? Espero vuestras opiniones.
¡Nos leemos!